En un artículo acerca de la misteriosa reina de Sabá, el escritor Alex Montoux usó unas interesantes palabras para describir la Biblia. Se refirió a las Escrituras como «vagas», «incompletas» y «raras veces imparciales, … pero nunca falsas».
¡Nunca falsas! Esa es una admisión extraordinaria para un escéptico. Él entendía que la comunidad científica puede depender de la Biblia porque es historicamente precisa.

Lo que podemos probar o refutar sobre la Biblia ha pasado la prueba del tiempo. Eso debería causar un efecto dramático en nosotros.

C. S. Lewis, en su obra El león, la bruja y el guardarropashace una maravillosa reflexión en este sentido. En la historia de Lewis, cuatro niños se hospedan en la casa de campo de un sabio pero excéntrico profesor. Lucy, la niña más pequeña, afirma haber descubierto un guardarropas mágico que la transporta a otro mundo. Su interesado hermano Edmundo, que ha estado allí con ella, dice que ella se lo está inventando todo. Pedro y Susana, los otros dos niños, acuden al profesor con su preocupación por las aparentes fabricaciones de Lucy.

El profesor les pregunta: «¿Te lleva tu experiencia a considerar a tu hermano o a tu hermana como el más confiable?»
«Hasta ahora, yo hubiera dicho que Lucy todo el tiempo» —contesta Pedro.
«¿Por qué no enseñan lógica en estas escuelas? —exclama el profesor—. Sabes que ella no dice mentiras, y es obvio que no está loca. Entonces, por el momento y hasta que surja alguna nueva evidencia, debemos asumir que ella está diciendo la verdad.»
Si la historia y la arqueología muestran que la Biblia es verdad, debemos prestar mucha atención a lo que tiene que decir. Todo el propósito de la Biblia es llevarnos de vuelta a Dios, el lugar al que pertenecemos. «En verdad, en verdad os digo: el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida» (Juan 5:24).

No hay en ninguna otra parte una historia de amor más grande. Tenemos la Palabra de Dios en eso.  —TG

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